Las victorias siempre traen consigo aire. En este caso, el triunfo ante Almirante Brown por 2-0 generó un oxígeno que le vino bien a todos en Quilmes : al entrenador, a los jugadores y a la directiva quienes respiraron de otra manera tras el pitazo de Nicolás Ramírez.
Para el entrenador Gastón Coyette hubiese sido el final de su ciclo como entrenador del Cervecero que en su foja lo hubiese añadido a su salida de Alvarado de Mar del Plata y a la de Deportivo Morón, los dos equipos que ya dirigió en esta temporada y que no les fue bien. Aquél ascenso obtenido con Chacarita iba a quedar más borroneado.
Para los jugadores hubiera sido hundirse en un clima adverso en su relación con el hincha. En la semana previa habían trascendido cantos en redes sociales y promesas de nuevos encuentros en caso que no se reviertiera el momento. La paciencia se había terminado y los hinchas se lo hicieron saberde todas las maneras a los futbolistas.
Para los directivos hubiese sido profundizar una crisis que ellos mismos provocaron con una cadena de malas decisiones que surgieron luego del penal fallado de Rafael Barrios ante Barracas Central: desde las elecciones de entrenadores, llegadas de refuerzos, continuidad de otros y partidas de algunos.
Un combo explosivo que hubiese estallado el domingo en el estadio Centenario a pocos días de culminar un mandato que será recordado por algunos aspectos menos por el futbolístico. Si la última imagen es la que cuenta, no bubiera sido la mejor que quedaba.
De todas maneras, no se ganó más que un partido. No cambió demasiado el lugar de la tabla ni tampoco se solucionaron los problemas futbolisticos. El triunfo hay que ponerlo en el lugar adecuado. Lo más importante fue el aire conseguido. Ahora la tarea será no contaminar el oxígeno con los próximos pasos: el jueves ante Rosario Central por Copa Argentina en Córdoba y el lunes ante Gimnasia de Jujuy. Depende de Quilmes. Depende de ellos.