Con la Cordillera de los Andes en el horizonte, Mendoza se degusta en restaurantes y parrillas del centro, en estancias cerquita de la montaña, en restó gourmet levantados entre viñedos. Al calor de las brasas de los hornos de barro donde se asan chivos y corderos.
Del corazón de las cocinas más premiadas del país surgen sabores auténticos tratados con –merecido- rango de obra de arte. Platos que se acompañan, siempre, con excelentes vinos: tintos jóvenes y maduros, rosados frescos, blancos perfumados, espumantes irresistibles.
Mendoza, tierra de vinos, es también tierra de olivares. Al pie de la Cordillera se cosechan exquisitas frutas secas -nueces, almendras y castañas- y crecen deliciosas frutas frescas: manzanas, duraznos, peras, ciruelas, sandías, melones.
Variedad de sabores y texturas se combinan en la cocina de esta tierra vitivinícola impregnada de la herencia culinaria de inmigrantes italianos y españoles. En un maridaje perfecto con los mejores vinos, en Mendoza se saborea el tierno chivito asado cocido al horno de barro, a la leña o al disco. La Ruta del Chivo se extiende en el sur de la provincia y Lavalle.
También en el sur, se consolida la Ruta de la Trucha. A la hora de los postres, se lucen los dulces regionales y las confituras. Las tabletas rellenas de dulce de leche o alcayota y las tradicionales tortitas mendocinas son muy buenas compañías para el desayuno y la merienda.
Para ver el sol salir, o ponerse, Mendoza ofrece ricos y frescos jugos de frutas. En el momento del brindis, y aunque el vino siempre manda, también seduce con su alegre sabor la tradicional sidra cuyana.